La luna iluminaba el día, como si del
fuego helado se tratara.
Las lágrimas iluminaban su cara, como
si de ríos de magma se trataran.
Sus sonrisas, fingidas, mostraban
verdadera alegría.
Sus canciones, tristes, alegraban sus
veladas.
Sus versos, oscuros, aclaraban sus
pensamientos.
Y entonces descubrió algo.
Y la luna se volvió sol; las lágrimas,
sonrisas; la falsa alegría en verdadera, las canciones tristes en
alegres, los versos oscuros en promesas escritas y quemadas a la luz
de las estrellas
Y entonces, llegó el amor.
Y aprendió que un silencio no tiene
por qué ser incómodo, que en una gota existe la inmensidad, que en
un suspiro y una sonrisa se dice más que en mil palabras.
Que en un día puede cambiar todo.
Y aprendió a quererse, y aprendió a
querer.
Y aprendió a ser feliz. Y aprendió a
vivir.
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