-¿A qué viene esa cara?-preguntó
ella mientras colocaba las llaves.
-Bueno... es que...-tosí para
aclararme la garganta- nunca he montado en moto...-dije en voz apenas
audible.
-¡¿EN SERIO?!-gritó Martina con una
carcajada.
-¡Eh, no te rías!-le dije yo enfadado
dándole un golpe.
-Vale, vale, no te enfades, Yago.-dijo
mientras seguía riéndose- Lo siento pero es que no te pega tenerle
miedo a una moto.
-Te he dicho que no me llames así.
-Anda, déjate de refunfuñar,
Santiago, y coge esto-dijo Martina mientras le lanzaba un casco.
-Ni de broma, no voy a montarme en eso.
-¿Por qué no?-preguntó la chica con
dramatismo.-¿Le tienes miedo a una moto?¿O es que no tienes lo que
hay que tener para subir?
Por toda respuesta, me coloqué el
casco en la cabeza, con bastante trabajo, y la miré con cara de
desafío a través de la visera.
-Así me gusta.-dijo ella sonriendo.-Te
explico un par de cosillas, ¿va?
>Agárrate a mi cintura si no
quieres caerte, pero tampoco te pases, que yo tengo que respirar,
¿eh? Y si te da la tentación de soltarte y estirar los brazos, no
te cortes, es lo más parecido a volar que vas sentir, Santy. No
sabrás lo que es la libertad hasta que no estés apunto de rozar tu
rodilla contra el asfalto en una curva, no te sentirás libre hasta
que no tengas ganas de estirar la mano y rozar los árboles de los
arcenes. No sabrás lo que es sentirse vivo, hasta que no montes en
moto.
Martina se abrochó la chaqueta
mientras me miraba con una sonrisa burlona. Ya, ya, lo sé. No me
pega tenerle miedo a una moto. Pero ¿qué queréis que le haga? Si
nunca he montado y me da miedo, me da miedo. Además no me fío de
Martina, es muy mala conmigo cuando quiere.
Martina se subió a la Ducati con total
agilidad.
-Venga, Yago, un pie ahí y saltas. No
es tan difícil.-dijo mirándome con desafío, y al ver que yo
titubeaba, continuó-Eres un verdadero miedica.
Las palabras mágicas, me subí a la
moto del tirón, como si lo hiciera a diario.
Encendió la moto, que empezó a rugir.
Mientras, yo estaba agarrado a su cintura, intentado disimular el
miedo, pero sin conseguirlo.
-¿Preparado?-gritó Martina mientras
se bajaba la visera.
-¡NO!
Pero Martina no me escuchó, o si lo
hizo, me ignoró, y la puso en marcha.
Cerré los ojos asustado mientras
notaba como la moto cada vez iba más rápido, y cuando Martina la
tumbó para coger una curva, chillé y ella comenzó a reírse.
Un poco después comencé a relajarme y
me atreví a abrir los ojos. No estaba tan mal aquello de la moto.
Me concentré en todo lo que sentía, y
empecé a disfrutar del viaje. A disfrutar del aire rozándonos, a
escuchar el sonido del motor y de las ruedas en la carretera, y de
estar abrazado a Martina, claro. Aunque eso ya sabía que lo iba a
disfrutar. Cuando me di cuenta, una sonrisa despuntaba en mi boca.
Martina me lo había advertido antes y
ahora estaba pasando: necesitaba soltarla y estirar los brazos,
sentir como si volara. Y poco a poco, así hice.
Separe los brazos del cuerpo de mi
amiga y los abrí como alas a ambos lados, cerré los ojos y disfruté
aquello. Realmente era como volar.
Vi a Martina mirándome de reojo por el
retrovisor, y sin necesidad de ver su cara, supe que tenía esa
sonrisa de 'lo sabía' que tanto me gustaba.
Un rato después, antes de lo que me
hubiera gustado, debo admitir, Martina aparcó la moto en frente de
mi casa. Bajé bastante torpemente, pero sin llegar a caerme. Ella le
puso el patacabras a la moto, y se bajó, con el estilo que solo
tienen aquellos que han montado mil veces. Se quitó el casco y me
miró con guasa.
Fingí ignorarla mientras me peinaba
usando de espejo la visera del casco.
-¿Qué, don Valiente, le ha gustado el
paseo?
-No.-dije con falsa cara de
enfado.-Bueeeno vale, sí. Hay que reconocerlo, está bien eso de
montar en moto.-dije apoyándome en la pared.
-¡Increíble! ¿Me estás dando la
razón?¿Quién eres y que has hecho con Yago?-dijo acercándose a
mí, fingiendo buscar algo raro.
Como no, Martina y sus ironías. Y como
no, ambos acabamos riéndonos.
-La moto es una buena escusa para que
alguien te abrace,-dijo con picardía- ya sabes que hacer cuando
quieras ligar con alguna.
-Casi ninguna chica de aquí la pena,
además, ya te he dicho un par de veces que le tengo echado el ojo a
una y eso no funcionaría con ella.
-Ah, verdad, la Chica Misteriosa vuelve
a la conversación.-dijo poniendo los ojos en blanco- Anda, Romeo,
ponle un poco de valor y haz algo ya con esa Julietta, ¿no crees que
es hora ya?
-Podría ser...
-Bueno, gracias por haber venido a la
fiesta de hoy.-dijo ella cambiando de tema con una sonrisa.-Aunque mi
mejor regalo de cumpleaños ha sido que te montaras en la moto.
-Pues aún queda un regalo más,
¿sabes?
-¿A sí?-dijo con verdadero asombro e
interés.
-Sí, este.-dije armándome de valor,
rodeándola por la cintura y besándola.
Por fin lo había hecho, por fin me
había atrevido a demostrarle lo que siento. Y para mayor felicidad
aún, ella no se apartó, sino que me correspondió al beso.
-Guardas bien tus sentimientos, ¿eh
Yago?-me dijo cuando nos separamos con unas sonrisa inmensa- Esto sí
que no me lo veía venir, pero me ha gustado.
-Serías la única que no se lo veía
venir, tonta.-dije abrazándola.
-Te quiero.-susurró de puntillas en mi
oído.
-Y yo a ti.
-Siento estropear el momento, pero
deberías irte, tu madre estará esperándote.-le dije bastante
fastidiado.
-¿Un beso de despedida antes de que tu
novia se ponga el casco y se vaya?
-Anda, mira que pronto te calificas ya
de mi novia.
-¿No soy tu novia?
-Por supuesto que sí, tonta.-dije
volviendo a besarla.
La vía alejarse en la moto hacia su
casa.
No estaba mal lo de volar en moto, pero
ni punto de comparación con lo de volar al estar con ella.