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viernes, 9 de mayo de 2014

La chica que lloraba tinta.

-¿Por qué lloras tinta?- me preguntó una voz infantil.
Levanté la cabeza y vi a un niño de apenas cuatro años frente a mí, mirándome con sus grandes ojos azules.
-¿Lloras tinta porque tienes los ojos negros?- negué con la cabeza- Entonces, ¿por qué? La gente normal no llora negro.
Me llevé las manos a las mejillas y comprobé que mis lágrimas eran negras. "Negras como mi alma."-pensé.
-Jo, tienes que contestarme, porfi.
-Quizás lloro porque estoy triste y no sé que hacer.
-Pero la tinta es para escribir cuentos, ¿no? Está dentro de los bolis. ¿Por qué no la usas para escribir?
Y entonces tube una idea. "Gracias"- murmuré y me levanté para irme, pero el pequeño me paró agarrándome de la camiseta.
-¿Me das una lágrima?- recogí la última lágrima que me quedaba.
-¿Cómo te llamas?
-Dario.
-Bien, Dario, toma. Y cuando llores, usa la tinta para escribir.
Y lo vi marchar y me fui.
-¡Mira, mamá! ¡Tengo una lágrima de tinta!- escuché de fondo.

Habían pasado casi 18 años de aquella tarde, cuando ella entró en la librería y se dirigió a la firma de libros.
La reconocí al instante. Los años habían pasado por ella y la habían cambiado, pero sus ojos seguían siendo aquellos ojos de 16 años que me marcaron. 
-Seguí tu consejo, como podrás ver.- le dije cuando llegó a mí.
-Me has reconocido.- dijo ella con una sonrisa y una voz de melancolía.
-Es tu historia.- le dije señalando el libro- O al menos una basada en lo que creí que sería tu historia.
-Yo escribo, pero para mí. Para desahogarme.
-Siempre pensé que serías tímida.- dije comenzando a firmar.
"Para la verdadera chica de las lágrimas de tinta, la que me dio la tinta para escribir su historia. Espero que tus ojos ni vuelvan a llorar, y su lo hacen, que sea tinta e inspire a otros y se use para escribir. Gracias."
-No me has dicho tu nombre.- le dije tendiéndole el libro.
-Para tí quiero ser siempre "la que lloraba tinta".- dijo cogiendo el libro con unas manos de uñas negras. Sonreí y asentí.
En su rostro despuntó una sonrisa, y cuando ya se iba, se giró.
-Mariella.-me dijo siemplemente con una pequeña sonrisa en los labios.
Cerró la puerta de la librería, y no la volví a ver.


Yo siempre lo recordaré como aquel niño de cuatro años y grandes ojos azules que me salvó sin saberlo.

Siempre la recordaré como La chica que lloraba tinta, con la cara manchada de ríos negros y los ojos más oscuros aun. En mi libro no dije su nombre: Mariela. Más tarde lo escribí en la última página de mi ejemplar. Y para nunca olvidarla, deje correr una lágrima de tinta en esa hoja.

Y para nunca olvidarle, deje correr la tinta en la última hoja de su libro, como ríos de llanto en un blanco rostro. Y debajo su nombre: Dario.
El chico que escribía con lágrimas.