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sábado, 31 de enero de 2015

La chica que disparaba palabras

El día que le preguntaron por qué hablaba tan rápido, la chica que disparaba palabras sonrió.
-Hay veces que no se te entiende, de tanta velocidad.
-Hay quien habla despacio, y eso es porque le pasan pocas cosas por su cabeza sin amueblar, o porque no quiere compartir lo que piensa. Yo soy el caso contrario. Me pasan tantas cosas por la cabeza cada instante, tantas cosas que quiero que el mundo sepa... que hablo rápido, porque así, quizás llegaré a contar un tercio de lo que pienso en toda mi vida.

Cuando le preguntaron, tras eso, que por qué a veces hablaba despacio, simplemente respondió:
-Quiero que me escuchen, no que me oigan.

Y cuando aquella noche, le preguntaron por qué a veces callaba, ella cerró los ojos y dijo:
-Hay veces qye soy yo la que calla, y el universo, el que me habla.

miércoles, 21 de enero de 2015

Violeta

Podría decir que su pelo era una cascada de agua pura que se retuerce por los riscos de una alta montaña. Pero eso sería mentir.
Podría contaros que su mirada te traspasaba y que sus ojos marrones te llevaban al cielo. Pero no debo mentir.
Podría deciros que eran tan dulce como la miel y tan bella como una rosa. Pero eso no le haría justicia.
Podría deciros mil cosas bellas pero no acertaría ni siquiera a acercarme a como es ella, porque la belleza normal es estática, pero la suya no. La suya era salvaje, impulsiva, rápida y peligrosa. En continuo movimiento, Como ella.
Intentaré explicar con palabras algo que ni los ojos llegan a comprender.
Su pelo caía salvaje en rizos, como la hiedra de los bosques vírgenes. Su mirada te reflejaba de tal manera que en sus ojos veías tus pensamientos y sus ojos solo te hubieran recogído tras haberte tirado al suelo. Podía ser tan amarga como la hiel y era más espinas que rosa. De hecho, su color, su flor, no era el rosa.
Pero no solo era así. Era perfecta, y quién la vio está de acuerdo.
Y tenía tantos matices como su nombre: Violeta.

lunes, 5 de enero de 2015

Los amantes de la luna

Hay dos seres, que por encima de todas las cosas, aman a al Luna.
La Luna, Para algunos, una distante y fría roca, Para otros, símbolo de magia. Y para ellos, tan importante que no somos capaces de entenderlo.

Los lobos aúllan a la Luna. La llaman, para que sepa que están ahí. La llaman, deseando que baje, tenerla tan solo un instante, apenas un segundo, a su lado. La llaman, deseando que sepa que estarán ahí siempre. Esperando que suceda el milagro, baje la Luna y le puedan aullar al oído su secreto. Los lobos viven enamorados de la Luna.

Los gatos observan a la Luna. No la llaman, saben que no vendrá. Pero siempre están ahí, mirándola, suplicando para sus adentros poder subir y estar a su lado. Los gatos comparten un secreto con la Luna. Miradlos si no me creéis, y lo sabréis. Tan solo ellos y su Luna saben qué guardan en secreto. Pero yo creo saberlo.

Los gatos vivieron enamorados de la Luna. Y quizás aun siguen. Pero lo guardan en secreto. Y solo ellos y la Luna saben el por qué, cuando ella les dijo "alguna noche", ellos dejaron de maullarle, para amarla en silencio.

Quizás pretenden ser invisibles. Quizás no quieren romper su belleza con ruidos.
Pero mientras los lobos aúllan, los gatos callan.
Que maneras de amar tan raras y diferentes.
Y que amor más grande el de la Luna, que cada noche, los ve a ambos y suplica poder bajar.
Y cada noche, brilla más fuerte.
Y cada noche, los aullidos de los lobos y el silencio de los gatos resuenan más.
Y cada noche, nosotros pasamos y dormimos indiferentes al amor inmortal que sufren ellos.

Nadie amará como ellos.
Y no hará nadie, amado como la Luna.