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lunes, 21 de julio de 2014

Besada por el fuego

Tenía el pelo rojo, como el fuego de una hoguera, pero al moverse le salían relfejos naranja atardecer.
No sabía quién era, pero estaba seguro de que no le gustaría verme allí; quizás por eso me escondí todo el rato.
La había visto salir del pueblo y la había seguido hasta allí, atravesando ríos, escalando montañas e intentando que no me descubriera. Vale, sí, llamadme exagerado, no la seguí apenas media hora, pero fue la media hora más lenta de mi vida.

De repente se sentó. Allí, al filo del acantilado, a cualquiera le daría miedo y ella se sentó. Creo que ahí quedé ya impresionado.
Su silueta se recortaba contra el ya cercano atardecer. Su pelo rizado y pelirrojo le tapaba la espalda, con algunos mechones volando al viento.

Entonces, justo cuando el sol se hundía en el  horizonte, levantó las manos y comenzó a dibujar en el aire, como si fuera ella la que coloreaba el cielo y movía las nubes.
Y cuando el sol se ocultó totalmente, se levantó y las bajó. Desde donde yo estaba, los últimos rayos de sol parecían besarla. Parecía... besada por el fuego.

Quizás no debí haberla seguido, pero su pelo rojo llameó y quedó grabado en mi retina.
Quizás quería saber a dónde se dirigía una chica joven cuando pronto anochecería.
Quizás en el fondo ansiaba compartir su secreti y ser yo también besado por el fuego.

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