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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Capítulo 11

Siento la tardanza, pero soy terriblemente inconstante para esto. Sin embargo, aquí os dejo el capítulo 11, para cuando os apetezca leer. Espero que os guste y comentad si queréis :3




Breena resultó ser una compañera de viaje de lo más agradable, y sin todo lo que aprendieron de ella, los jóvenes ciudadanos que vagaban por el bosque dudo que hubieran llegado a ninguna parte. Pero fue más lo que ella no les enseñó y aprendieron de observarla: estar en paz con animales, guiarse por los susurros, las “voces”, como ella decía, de las plantas; y lo más importante, andar en silencio. Cosa que, siendo sinceros, a Breena no se le daba tan bien como cabría esperar de un hada.
-No debería faltar mucho, según me dijo Calawe.-comentó Breena con una sonrisa la segunda mañana que acompañaba a los chicos.
-¿Tú no sabes dónde es, Breeena?-le preguntó Nantan extrañado.- Creía que las hadas conocíais todo el bosque.
-Bueeeno… Digamos que yo conozco mejor otras partes del bosque, este no es exactamente territorio de las hadas.
-¿El bosque está dividido en terrritorios?-exclamó horrorizada Elanor.- ¿Territorios con fronteras y prohibiciones de paso?
-¡No, por la Madre Naturaleza! No somos tan… humanos, y perdón por la expresión.-se disculpó Breena con una sonrisa apurada.- Dejadme explicarlo bien.-dijo parando y sentándose al pie de una gran haya- A ver, en el bosque convivimos muchísimas especies, pero las “superiores” como vosotros nos denominaríais, hadas, sátiros, duendes, sirenas, centauros y demás, tenemos todos funciones distintas y mantenemos distintas zonas, territorios, como lugares de residencia. Podríais encontrar hadas en territorio de duendes, claro. Pero no es lo normal. ¿Lo comprendeis?
-¿Y de quién es este territorio?-preguntó Escorpio curiosa.
-De los centauros. Por eso no solemos venir por aquí. Veréis, los centauros son guardianes de secretos por naturaleza y son muy tercos para algunas cosas. Chocan con las hadas, que somos más abiertas y alegres y nos gusta hablar y reír y cosas así. Pero no es una lucha ni una confrontación, de hecho, yo tengo un amigo mío centauro, ¡cuando los conoces son muy simpáticos!
-Y tú, aun sin conocerte, eres muy, pero muy escandalosa.-les interrumpió una voz profunda, casi cavernosa, desde los árboles.
Todos se giraron a mirar qué o quién había hablado, pero solo Breena sonreía al hacerlo. Poco a poco vieron surgir del follaje un torso de hombres, musculoso y muy alto, sobre lo que luego se dieron cuenta que eran unas patas de caballo. Era un centauro de pelaje marrón y piel ligeramente morena, con el pelo y la cola negros, y unos asombrosos ojos de un azul tan oscuro e intenso, que el cielo nocturno se sentiría avergonzado.
-¡Bane!-exclamó Breena, y fue corriendo a abrazarle, o más bien, volando con sus alas, pues no le llegaba al centauro ni por el codo-Justo ahora les hablaba de ti. Chicos, este es Bane, Bane, ellos son los chicos de la Ciudad.
-Había dado eso por sentado, Breena. Encantado, Jóvenes Elegidos.-les saludó el centauro, haciendo una reverencia al posar una de las patas delanteras en tierra.
Nantan le hizo una reverencia del mismo estilo, y las chicas, bastante impresionadas, acertaron a inclinarse un poco. Pero Hassio no dio muestras ningunas de respeto, y eso no le pasó inadvertido a Bane.
-¿Para qué habéis venido hasta aquí, Breena? Si estoy en lo cierto, vuestro destino no está aquí.
-Pero este es el camino más corto, ¿no?
-Podría decirse. Podéis cruzar por aquí, pero no esperéis sed bienvenidos entre todos nosotros, hay quién no estará dispuesto a contaros cosas.
-Pues eso será un pequeño problema…-dijo Breena casi susurrando- Porque… pensaba preguntaros si sabíais cómo es exactamente a dónde nos dirigimos…
-O quizás si pudierais decirnos algo sobre quién nos persigue…-probó suerte Escorpio.
-No tengo autorización para eso.-cortó tajante Bane- No puedo ayudaros, y dudo que quién puede hacerlo, quiera.
-¿Y Magoth?-preguntó Breena atreviéndose a mirar a Bane a los ojos.- Magoth tiene autorización de sobra, y quizás quiere ayudarnos un poco.
-Subestimas el peligro de la información que queréis poseer, Magoth no podrá daros toda la información, pero si alguna.
-Aun no le has dao’ una respuesta a la chiquilla.-dijo Hassio con más respeto del que cualquiera pensaba oír en su voz.
Bane parecía debatirse entre una respuesta u otra, hasta que finalmente dijo:
-Está bien, os llevaré hasta Magoth, pero ella decidirá si os cuenta algo o no. Seguidme. Pero tú no, muchacho, tú ven a mi lado.-dijo señalando a Hassio.
Bane cogió un arco, en el que ninguno había reparado, del suelo; esperó un segundo a que Hassio se colocara a su lado, y comenzó a internarse en el bosque, seguido de una revoloteadora Breena y de Nantan, Elanor y Escorpio, que se preguntaban si Hassio había causado una buena o mala impresión.

Apenas tardaron diez minutos en entrar en un claro, sin embargo, Elanor estaba segura que sin la guía de Bane, ni en un día habría podido encontrarlo.
-Magoth, soy Bane. Breena desea verte. Venimos con los Elegidos.
Se escuchó el sonido de cascos antes de que se viera a su responsable. Magoth era una mujer centauro, más baja que Bane, de pelo tordo, más claro que la canela, piel blanca y pelo y cola rubios. Sus ojos, más verdes que la hierba de aquel claro, los miraban a todos por igual, sin reflejar apenas expresiones. A diferencia de Bane, que no llevaba ropa ninguna, Magoth llevaba una cinta a la altura del pecho, que lo ocultaba.
-No estaba equivocada, por tanto. Los Elegidos vienen a mi humilde prado, esperando que les ayude y responda, supongo.
-Magoth, cuánto tiempo sin verte.-dijo Breena, sin saber muy bien si abrazarla o no, por lo que Magoth dio el primer paso y la abrazó.
-Hoy me siento generosa, y venís de la mano de una vieja amiga. ¿Quién os envía, Breena?
-Nadie, pero ha sido Calawe la que me dijo que les ayudara.
-En ese caso, hablaré sin ocultaros nada. La Dama de Fuego querría que así lo hiciera. Y le debemos demasiado. Ven Firenze, no son peligrosos, y creo que escucharás una bonita sesión de preguntas.
El pequeño que salió de entre los árboles debía de ser Firenze, un potrillo joven, muy parecido a su madre, pero con los ojos oscuros de Bane.

-Muy bien,-dijo Magoth cuando el potrillo se acercó el grupo, mientras Elanor y Escorpio se lo morían por acercarse a él, “es tan lindo”- solo puedo deciros dos secretos. Solo dos de vuestros misterios serán resueltos. Y tú, chico rubio, serás el que elija cuales quieres resolver.

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