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miércoles, 23 de abril de 2014


La luna iluminaba el día, como si del fuego helado se tratara.
Las lágrimas iluminaban su cara, como si de ríos de magma se trataran.
Sus sonrisas, fingidas, mostraban verdadera alegría.
Sus canciones, tristes, alegraban sus veladas.
Sus versos, oscuros, aclaraban sus pensamientos.
Y entonces descubrió algo.
Y la luna se volvió sol; las lágrimas, sonrisas; la falsa alegría en verdadera, las canciones tristes en alegres, los versos oscuros en promesas escritas y quemadas a la luz de las estrellas
Y entonces, llegó el amor.
Y aprendió que un silencio no tiene por qué ser incómodo, que en una gota existe la inmensidad, que en un suspiro y una sonrisa se dice más que en mil palabras.
Que en un día puede cambiar todo.
Y aprendió a quererse, y aprendió a querer.
Y aprendió a ser feliz. Y aprendió a vivir.

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