-Elanor,
despierta mi pajarillo. La Sabia quiere verte. Dice que vayas a
encontrarte con ella en una hora.-dijo la voz de Aptenia Lórien a
través de la puerta.
-Ya voy,
mamá.-contestó Elanor con voz adormilada.
Normalmente,
tardaría bastante en levantarse y vestirse, pero cuando asimiló lo
que le ha dicho su madre, Elanor se levantó de pronto.
“¿Para que
me llamará la Sabia?”-se preguntó Elanor mientras se ponía los
vaqueros largos y la chaqueta. Hacía tiempo que quedó atrás la
temporada de nieves, pero en la Ciudad sigue haciendo frío, y Elanor
es muy friolera. Se recoge todas las pequeñas trenzas en las que
lleva el pelo en una coleta. Y tras mirarse en el espejo abre la
puerta de su habitación con un giro de muñeca.
-Buenos días
Elanor.-la saludó su madre cuando entró en la cocina- Tienes el
desayuno en la encimera.
-Buenos días
mamá.-le contestó ella mientras se dirigía hacia su tazón de
cereales.- ¿Tienes idea de por qué me ha llamado la Sabia?
-No sé, pero
tendrá alguna razón. Aún es pronto pero deberías ir temprano, por
si acaso.
-Eso haré,
termino de desayunar y me voy.
-Venga, date
prisa, que al final se te echa el tiempo encima.-le regañó su madre
mientras pasa corriendo a su lado.
-No te
preocupes que llego bien.-dijo Elanor mientras se paraba frente a la
percha, se quitaba la coleta y se poní un gorro.
Elanor salió
de su casa, pero en vez de dirigirse hacia la casa de la Sabia
Zaisere, cruzó la ciudad hacia el bosque.
“Aún tengo
tiempo”-se dijo para sí misma- “Y necesito verle, puedo
entretenerme un momento”-y comienzó a correr.
Cuando llegó
al linde del bosque, lo vió, agazapado tras un árbol, escondiéndose
de los que pasan por allí, aunque nunca pasa nadie.
-Hey,
Cornamenta, ven precioso.-le llama Elanor con una sonrisa en su
moreno rostro.
El pequeño
cervatillo se acercó a ella corriendo. Tenía el color de la canela
y unas manchas vainilla en la espalda.
-Buen chico,
buen chico.-le susurró al animal acariciándole donde en unos años,
o tal vez menos, le nacerán los cuernos.-He traído algo para ti, lo
recogí esta mañana del jardín, sé que te gustan mucho.-dijo
rebuscando en su bolsa y sacó una manzana.
El cervatillo
no tardó ni un segundo en acercarse a la manzana, y en sus grandes
ojos oscuros se reflejó su felicidad.-Toma, cógela, tengo que irme,
pero esta tarde volveré, espérame por aquí cerca, ¿vale?-el
ciervo parece asentir con la cabeza y se internó otra vez entre los
árboles, mientras Elanor empieóa a correr hacia la casa de la
Sabia Zaisere, que seguro lleva esperándola un rato.
La Sabia tenía
la puerta abierta, como siempre, puesto que la jefa del Clan no tiene
de que preocuparse. Elanor pasa al interior, y justo antes de que
entre en el salón o que salude, dice la anfitriona:
-Buenos días
pequeña Elanor, siéntate en el sofá, quiero hablar contigo.
-Por supuesto
que sí, gran señora.-dice mientras se sienta.
La Sabia está
de espaldas a la puerta, cogiendo cosas de un mueble de cajones. Era
una mujer francamente bajita, con el pelo muy blanco y ondulado que
le caía por la espalda.
-No me llames
así, pequeña, me hace sentir demasiado vieja.-dice con una risa- Y
además no merezco ese trato tan respetuoso.-comenta mientras se gira
hacia Elanor, sonriéndole, y se sienta enfrente de ella. Elanor vió
que ese día llevaba pintadas en la cara unas marcas que, a su
parecer, transmitían tristeza.
-Claro que lo
merece, gobierna todo el Clan porque es a persona que más merece ese
puesto, el Amuleto lo decretó así.
-El
Amuleto-dice la Sabia con un suspiro- Precisamente de eso quería
hablarte. Es una larga historia la que debo contarte, pero no debo
contártela solo a ti, así que discúlpame por solo poder contarte
una parte. Al menos de momento.
-No se preocupe
gran señora.-la anciana mujer hizo un gesto de desagrado al escuchar
ese nombre.
-Antes de nada,
quiero aclarar unas cosas contigo, pequeña. Ya sabrás que cada Clan
tiene unos rasgos particulares y que algunos de ellos hacen destacar
a personas importantes, según cuentan las leyendas, ¿no?
-Por supuesto,
Sabia, pero, ¿por qué es eso tan importante? Se perdió el resto
del escrito, así que nunca sabremos que rasgos hacen a uno
importante en el Clan.
-Eso es lo que
tú crees, pequeña. Los Sabios recordamos muy bien cuales son esos
rasgos. Tu tienes los ojos de dos colores diferentes pequeña Elanor,
y no dos colores cualquiera, el verde y el marrón. Colores que
simbolizan la tierra y la vegetación, todo en lo que creemos los
Zaiseres se representa con esos dos colores. Ese es un rasgo que no
se ve desde hace muchos siglos, mi pequeña. Y eso, junto con otro
rasgo tuyo, te hace muy importante. Estás predestinada para esto,
Elanor.
-Eso no puede
ser, Sabia. No destaco en nada, soy una chica cualquiera.-dice Elanor
pasmada, y
nerviosa, muy
nerviosa.
-¿Ah sí?-dijo
la Sabia con una sonrisa irónica en su rostro- ¿Y ese talento tuyo
con los animales y las plantas? Porque por lo que sé, ningún otro
jardín crece tanto como el que cuidas tú, y aquel cervatillo canela
que he visto cerca de la Ciudad solo se acerca a tí.
Elanor estaba
asombrada, -“¿cómo sabela Sabia lo de Cornamenta? No lo sabe
nadie”- pensó la joven.
-No me mires
así, -dijo con una carcajada la anciana- sé todo lo que pasa en mi
Clan, es parte de mi trabajo. Creeme, Elanor, estás destinada a algo
grande, y creo que ya sé lo que es. Y sé que te va a costar
asimilarlo y conseguirlo, pero confío en ti.
-¿Qué quiere
decirme con eso, gran señora?-preguntó Elanor con curiosidad.
Acompáñame al
Centro para una reunión de los Cuatro Sabios. Necesito tu ayuda,
Elanor. Toda la Ciudad la necesita.
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