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lunes, 16 de septiembre de 2013

La promesa de Jonah


El pequeño Jonah con tan solo 8 años tenia muy claro lo que haría de mayor: protegería a su hermana, viviría con ella, para que nadie le hiciera daño como el hombre que era su padre le hizo a su madre. Pero su hermana no opinaba igual. Izzy decía que ella sabía calar a los chicos como su padre y que no le harían daño, que no lo permitiría. Pero Jonah no estaba tranquilo. Había intentado convencerla de todas las maneras que se le ocurrían, tentándola incluso con sus cosas favoritas.
Pero Izzy no era una chica típica de 15 años: ni se preocupaba por los chicos, ni por la ropa, ni los zapatos, ni pintarse... Nada de eso llenaba los pensamientos de su hermana, Jonah lo sabía. Solo le quedaba una sola carta por jugar. Era todo o nada.
Entro en la habitación de Izzy y la vio sentada con las piernas cruzadas en su cama, con las narices metidas en un libro que sería la segunda o tercera vez que leía. Jonah sonrió, está vez no iba a recibir un no, lo sabía.
-Izzy, de mayor vas a vivir conmigo, ¿a que sí?-dijo el pequeño mientras se sentaba al lado de su hermana en la cama-Al menos hasta que encuentres un chico del que yo me fíe.
-Jonah no seas pesado, te he dicho ya que no, sé que quieres protegerme pero puedo hacerlo sola.-dijo Izzy sin levantar la mirada del libro.
-¿Y si te prometo llenar nuestra casa de libros? Todas las paredes con estantería con libros, todos los que quieras, los tendrás, y muchos más aún. Te lo prometo.
-Oh, Jonah, no digas tonterías-dijo Izzy, esta vez mirando a su hermano con una mirada tierna, dándose cuenta por primera vez de lo que la quería. Jonah detestaba leer, le gustaba muy pero que muy poco.
-No bromeo, lo digo en serio.
Izzy vio en los ojos de su hermano que decía la verdad, y le abrazó mientras se le escapaba una lágrima.
-¿Eso es un sí?-preguntó Jonah emocionado.
-Sí, Jonah, sí.


A la mente de Izzy vino esa conversación 15 años después, cuando entró en su casa después de trabajar y vio a Jonah dormido en el sofá, con un libro en la mano.
Recorrió con la vista las paredes de su apartamento, todo trozo de pared que no llevara un mueble, tenía estanterías con libros.
Jonah cumplió su promesa. Incluso empezó a leer, porque viviendo en una casa llena de libros, cualquier persona acaba leyendo.

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